HESURMET S.A

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viernes, 24 de julio de 2009

EDITORIAL

La pandemia política

Como en toda situación límite, la pandemia de la gripe A dejó al descubierto la naturaleza de algunas conductas humanas, mostrando un aspecto de la escala de valores de los protagonistas, voluntarios o no.

La presunción preelectoral de que para el Gobierno Nacional y algunos gobiernos provinciales y municipales (no es el caso de Alte. Brown) la prioridad no era enfrentar la gripe A H1N1, sino concretar las elecciones y “patear” para adelante cualquier riesgo de perder votos, fue lamentablemente confirmada. Seguramente habrá quienes refuten lo precedente con argumentos que pueden ciertos, como la inexperiencia ante este nuevo virus y las crónicas dificultades argentinas para afrontar contingencias extremas, pero ello no disminuye un ápice la responsabilidad de quienes debieron tomar decisiones oportunas. No se puede eximir de culpas a quienes priorizaron sus intereses políticos sectoriales y personales por sobre la salud pública.

La renuncia de la ministra de Salud de la Nación, Graciela Ocaña, y su inmediato reemplazo por José Luis Manzur, dejaron interrogantes obvios sobre los motivos de la dimisión. Las razones de la misma no fueron debidamente aclaradas, pero es vox populi que Ocaña pidió vanamente la postergación de las elecciones para atender la pandemia y disminuir los riesgos de contagio, a lo que se sumó la falta de recursos para enfrentar la gripe A. Probablemente existan otras razones “palaciegas”, difíciles de conocer para quienes no están en el entorno involucrado.

La cuestión es que una vez finalizadas las elecciones se ‘blanqueó’ relativamente la situación con cifras más creíbles respecto a la cantidad de afectados y de fallecidos; por todas partes se declaró la emergencia sanitaria, y la Presidenta dispuso una partida de mil millones de pesos para combatir el flagelo. ¿No se pudo hacer antes? ¿Cuántas víctimas se cobró la especulación política? ¿Eso no es punible?

Después de esta penosa experiencia, además de la salud ha quedado aún más deteriorada la escasa credibilidad pública no sólo de muchos de nuestros representantes políticos, sino también de buena parte de quienes juegan el rol de opositores. Aquéllos que han fallado tendrán que mejorar mucho para redimir sus culpas, aunque estas aparezcan tan diluidas en el montón.

Por otra parte, la finalización de las elecciones también ‘blanqueó’ tarifas y precios en general, algo para tener en cuenta a la hora de decidir un voto. Pero estas actitudes no sólo debe considerarlas el electorado, sino también aquellos aspirantes a suceder a quienes hoy están en sus respectivas funciones, para que cuando –eventualmente– accedan al poder no incurran en lo que hoy critican y que al mismo tiempo les proporciona votos como opositores.

Carlos Cambiella

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