HESURMET S.A

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jueves, 29 de julio de 2010

UNA VOZ EN EL DESIERTO

Editorial

El 29 de julio de cumplirán diez años de la muerte del cardiocirujano Dr. René Favaloro. En vista del estado de la sociedad argentina, la sensación que tiene quien suscribe es que su sacrificio no tuvo los resultados esperables ante una circunstancia tan trascendente, por las características de su protagonista y la gravedad de sus denuncias. Aunque es bien sabido que desde hace muchos años los niveles de corrupción son formidables en la Argentina, la narración de casos puntuales acerca un poco más la imaginación distante a la repudiable realidad. ¿Cuántos crímenes comete la corrupción? Es imposible saberlo, porque casi totalidad de ellos son indirectos, aunque la responsabilidad penal debería ser la misma.

Favaloro dio muchos pasos antes de llegar crucial. Sin embargo, las puertas se le cerraron, o directamente no se las abrieron. Seguramente muchos lo habrán tildado de estúpido –con su sinónimo más vulgar– por no ser un eslabón más de cadena de mercenarios, pero en la vida cotidiana debe haber muchos Favaloro desconocidos, que lamentablemente no pesan lo suficiente en la sociedad.

Al margen de la brillante trayectoria, premios y prestigio, queremos reproducir dos cartas breves y fragmentos de la última que escribió el médico pampeano antes de suicidarse. Seguramente ellas son mucho más elocuentes que todo lo que podamos decir.

Carta al presidente Fernando de la Rúa:

Al presidente, Fernando De la Rúa

Estimado Fernando:

Te escribo estas líneas porque nuestra Fundación está al borde de la quiebra. Tenemos emergencias ineludibles que deben solucionarse en los próximos días. Necesitamos alrededor de 6 millones de pesos.

No tengo conexiones con el empresariado argentino. A veces choco con algunos 'peces gordos' como Amalita o Goyo Pérez Companc. Por eso, uno de los pedidos que te hice en nuestra última charla era que utilizaras tu influencia para conseguir la ayuda que tanto necesitamos.

En fin, te ruego que influyas para conseguir una donación urgente, creo que es el camino más corto. Perdoname por el pedido. Te escribo desde la desesperación. Nunca en mi vida estuve tan deprimido.

Con el afecto de siempre...

Carta al diario La Nación:

Al Director del Diario La Nación

Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida. La Fundación tiene graves problemas económico-financieros. Se nos adeuda 18 millones de dólares y se hace cada vez más difícil sostener nuestro trabajo diario, que como siempre se brinda a toda la comunidad sin distinción de ninguna naturaleza, con tecnología de avanzada y personal altamente calificado.

Le envío una nota que destaca algunos hechos recientes; vea cómo se me trata en el mundo, en contraste con lo que sucede en mi país. Me refiero a aquéllos vinculados al quehacer médico. La mayoría de las veces un empleado de muy baja categoría de una obra social -gubernamental o no- o de PAMI ni contesta mis llamados.

En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir con nuestra tarea.

Sólo quiero decir que el final se acerca de a poco. No es para que te asustes, pero todo está consumado, y siento que estoy solo en esta sociedad, realmente, de mierda.

René Gerónimo Favaloro - 29 de Julio de 2000

Fragmentos de la última carta de Favaloro:

“Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.
¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!
Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.
Lo mismo ocurre con el Pami. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.
Valga un solo ejemplo: el Pami tiene una vieja deuda con nosotros, (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).
Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda”.

“Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros!. Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.
¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?
Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar”.

“Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.
No puedo cambiar.
No ha sido una decisión fácil pero sí meditada.
No se hable de debilidad o valentía.
El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.
Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.
Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así.
En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.
En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara”.

Este es nuestro pequeño homenaje al Dr. René Favaloro, con la remota esperanza de alguna vez sepamos que su sacrificio no fue en vano.

Carlos Cambiella