Lunes 28 de noviembre de 2011
Polémico instituto de revisión
de la historia
Buscará rescatar lo "nacional y
popular"
(Lanacion.com).-
El mundo académico argentino acaba de ingresar en una fuerte polémica sobre el
nuevo relato histórico que se propone instaurar el kirchnerismo.
Por medio del
decreto 1880/2011, firmado por la
Presidenta hace diez días, el Gobierno creó el Instituto
Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego,
que se propone reescribir la historia argentina a través de algunos de los
grandes personajes del pasado.
El instituto es
dirigido por el ensayista Mario "Pacho" O'Donnell, ex funcionario
radical y ex embajador durante la presidencia de Carlos Menem, y, entre otras
cosas, tendrá la intención de "profundizar el conocimiento de la vida y
obra de los mayores exponentes del ideario nacional, popular, federalista e iberoamericano",
tal como lo señalan los fundamentos del decreto presidencial. Se mencionan
personajes a reestudiar, como San Martín, Güemes, Artigas, Chacho Peñaloza y
Facundo Quiroga, entre muchos otros.
La medida de
Cristina Kirchner provocó ya una fuerte polémica entre reconocidos
historiadores, que cuestionan por lo menos tres puntos de la iniciativa.
Advierten con preocupación que la tarea estará a cargo de divulgadores de la
historia y no de científicos reconocidos en la materia. Señalan además que se
ignora aún si el objetivo real no será incorporar estos nuevos relatos
históricos en los programas de las escuelas secundarias. Y alertan, en
consecuencia, sobre la posibilidad de que esta operación impulsada por la Casa Rosada tenga como
meta la instauración de un "pensamiento único" del pasado.
El presidente
del instituto les restó importancia a los cuestionamientos y dijo que no se
pretende hacer "un texto que se estudie en los colegios". Entonces,
¿qué se busca, es una provocación? "Para nada -dijo O'Donnell, que
participa en televisión de campañas publicitarias del Gobierno-. Esta es una
corriente que trata acerca de una manera diferente de ver la historia."
Explicó que la finalidad del instituto será promover, mediante becas, la
investigación, el estudio y la difusión de "otra" historia. "Es
una manera distinta de ver la historia, porque los hechos existen, están en el
rango de lo objetivo, y después viene la interpretación de las circunstancias.
El llamado revisionismo histórico está muy cerca del peronismo. Hay dos
movimientos que anticipan al peronismo: el revisionismo histórico y Forja; las
grandes figuras, los antecesores, son Saldías, Ibarguren y, ya más cerca,
Jauretche, Rosa, Abelardo Ramos..."
ANTIBERAL
O'Donnell no
niega que el actual revisionismo pueda ser concebido como una contracara del
liberalismo: “Es verdad que la palabra revisionismo parece definir lo contrario
de lo liberal; por eso, yo le hubiera puesto el título de Instituto de Historia
Nacional, Popular y Federalista".
Sorpresa y
estupor fue lo que causó entre la mayoría de los historiadores la creación del
instituto. También hubo un cierto regodeo entre aquellos peronistas atávicos y
jauretchistas, ávidos de más liturgia.
“Estoy de
acuerdo en que todavía falta una visión más objetiva de nuestra historia, pero
leyendo los considerandos y contenidos del decreto, todo indica que se perderá,
una vez más, por unos y por otros, la oportunidad de buscar la verdad de
nuestra historia", dijo Juan José Llach, ex ministro de Educación y ex
viceministro de Economía.
En términos
similares se expresó desde Ginebra la historiadora María Sáenz Quesada:
"Estoy alejada de las andanzas de nuestros neorrevisionistas y escritores
puestos a historiadores. Pero la creación del instituto por decreto, en
coincidencia con la conmemoración del Combate de la Vuelta de Obligado, tiene
más relación con la política que con la historia, como se ve claramente por la
denominación elegida, los objetivos propuestos y la composición de sus
integrantes". Para Sáenz Quesada, "en el nuevo Instituto prevalece la
antinomia historia popular versus historia elitista, y una idea del
revisionismo que viene de los autores que, a partir de 1930, imaginaron la
«patria grande» si Rosas no hubiera sido derrotado en Caseros por otros
caudillos con una visión distinta del federalismo, como era el caso de
Urquiza".
El historiador
Luis Alberto Romero también fue muy crítico respecto de la creación del
instituto. "El Estado asume como doctrina oficial la versión revisionista
del pasado. Descalifica a los historiadores formados en sus universidades y
encomienda el esclarecimiento de la «verdad histórica» a un grupo de personas
carentes de calificaciones. El instituto deberá inculcar esa «verdad» con
métodos que recuerdan a las prácticas totalitarias. Palabras, quizá, pero luego
vienen los hechos", expresó Romero.
También la
ensayista Beatriz Sarlo puso en duda el verdadero objetivo del nuevo instituto
(ver aparte).
Los
historiadores Mirta Zaida Lobato, Hilda Sábato y Juan Suriano emitieron, por su
parte, un comunicado con duros párrafos hacia los intentos oficiales de
redefinir la historia. "El decreto pone al desnudo un absoluto
desconocimiento y una desvalorización prejuiciosa de la amplia producción
historiográfica que se realiza en el marco de las instituciones científicas del
país -universidades y organismos dependientes de Conicet, entre otras- donde
trabajan cientos de investigadores en historia, siguiendo las pautas que impone
esa disciplina científica pero a la vez respondiendo a perspectivas teóricas y
metodológicas diversas", señalaron los tres historiadores.
Además,
objetaron la metodología: "El enfoque maniqueo que el instituto adopta no
admite la duda y la interrogación, que constituyen las bases para construir,
sí, saber científico". Para Sábato, Suriano y Lobato, "a través de
esta medida, el Gobierno revela su voluntad de imponer una forma de hacer
historia que responda a una sola perspectiva; se desconoce así no solamente
cómo funciona esta disciplina científica, sino también un principio crucial
para una sociedad democrática: la vigencia de una pluralidad de interpretaciones
sobre su pasado". A su vez, advirtieron que "se avanza hacia la
imposición del pensamiento único, una verdadera historia oficial".
O'Donnell lo
niega. "La historia oficial nace de ese personaje maravilloso que es
Mitre. Alberdi puede ser considerado un precursor del revisionismo por la
oposición que tenía con Mitre y Sarmiento, que fue el ideólogo del proyecto
oligárquico porteño, cuyas consecuencias hoy sufrimos".
Eduardo
Sacheri, novelista y profesor de historia, tiene su propia visión como docente.
"En las últimas décadas en las universidades argentinas se ha trabajado
mucho en historia, con criterio científico, y se ha tendido a superar los
énfasis polémicos. Y me parece que no es una buena hipótesis de investigación
partir de categorías como la defensa del ideario nacional y popular ante el
embate liberal y extranjerizante, como dice el decreto, ni aludir a
próceres".
EN VOZ ALTA
"Este
instituto es una corriente que trata acerca de una manera diferente de ver la
historia. No se pretende hacer textos para los colegios".
MARIO "PACHO" O'DONNELL
Presidente del Instituto Revisionista
MARIO "PACHO" O'DONNELL
Presidente del Instituto Revisionista
"El
instituto, en coincidencia con la conmemoración de la Vuelta de Obligado, tiene
más relación con la política que con la historia".
MARÍA SÁENZ QUESADA. Historiadora
MARÍA SÁENZ QUESADA. Historiadora
"El Estado
asume como doctrina oficial la versión revisionista del pasado y descalifica a
los historiadores formados".
LUIS ALBERTO ROMERO. Historiador
LUIS ALBERTO ROMERO. Historiador
"No es
bueno partir de categorías como la defensa del ideario nacional y popular ante
el embate liberal y extranjerizante".
EDUARDO SACHERI. Historiador y novelista.
EDUARDO SACHERI. Historiador y novelista.
Opinión
Puede ser arcaico
o puede ser peligroso
Por decreto del Poder Ejecutivo se ha
fundado el Instituto Nacional de Doctrina Histórica. Ese es el nombre real del
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano
"Manuel Dorrego".
Por Beatriz Sarlo | Para LA NACION.- Los
considerandos se inspiran en la letra de una vieja canción que dice más o menos
así: la oligarquía y las fuerzas antinacionales pactaron, desde Bartolomé
Mitre, un relato histórico donde suceden las injuriosas falsedades que siguen:
1.- Se difama a los verdaderos grandes del pasado y se inventan o exageran las
cualidades de los esbirros del imperio y las elites locales (gentuza como
Sarmiento o Rivadavia, entre los más repudiables); 2.- Se oculta la acción de
las masas populares en los hechos históricos; 3.- Idem, de las mujeres.
Este programa o
"ideario liberal" debe ser corregido y tal será la función del
Instituto de Doctrina, que no se funda, entonces, con la modesta aspiración de
conocer más y mejor el pasado, sino con la de poner las cosas en su lugar. Ya
se sabe quiénes fueron los héroes y los villanos. Ahora hay que difundirlo
desde un organismo público.
Se podría decir
mucho sobre este decreto, pero sólo diré dos cosas. La primera: el revisionismo
histórico es una poderosa línea ideológica surgida en la década de 1920. Todos
los historiadores profesionales conocen esos libros que, escritos con gran
estilo y pasión, tuvieron repercusiones más amplias que la disciplina. Los
revisionistas de los años 20 eran hombres de derecha y lamentaron que Uriburu,
después del golpe de 1930, no los empleara como consejeros.
Con el paso de
décadas surgió un revisionismo antiimperialista y de izquierda, con otro gran
escritor, Jorge Abelardo Ramos (inspirador del joven estudiante Ernesto
Laclau), que influyó en la insurgencia juvenil de los años sesenta y setenta.
Hoy, el
revisionismo (que no se practica en la universidad, donde se lo estudia como se
estudian las obras del pasado) es una especie de fósil que vive en el paraíso
de los best-sellers. Una veta del mercado editorial con novelas buenas y malas,
biografías y libros de divulgación más atractivos, sin duda, que las ponencias
de los simposios de historiadores. De grupo de elite segundona, reaccionaria,
católica y nostalgiosa que fueron aquellos primeros revisionistas, los de hoy
son favoritos de los CEO de grandes editoriales.
No faltan
razones de popularidad: su versión del pasado es simple, con malos y buenos,
elites y masas, pueblos y oligarquías enfrentados en una wagneriana guerra
prolongada. Todo es fácil de leer. Comparados con una página de Tulio Halperin
Donghi (nuestro historiador máximo según las más variadas opiniones), diez
libros revisionistas actuales suenan tan sencillos como una canción alpina.
En el decreto
del gobierno hay, finalmente, un elemento más peligroso. Desde la transición
democrática por lo menos, juzgada por todos los criterios de la disciplina, la
historia argentina es de gran nivel. Investiga sectores populares, anarquistas
y sindicalistas, movimientos campesinos, mujeres; no hace historia de
"grandes hombres", no se ocupa de establecer una tabla de posiciones.
Hay historiadores universitarios de todas las tendencias ideológicas, todos
responden a las reglas que definen su disciplina. El gobierno pasó por alto
esto (el ministro Lino Barañao debería saberlo).
El Instituto de
Doctrina podría convertirse en un rincón arcaico y polvoriento. Pero también
podría ser un centro que irradie su "historia" a la escuela. Allí se
convertiría en algo más peligroso. Finalmente, los revisionistas desdeñados por
Uriburu en 1930 podrían festejar, desde el paraíso, que el gobierno
kirchnerista adopte a su descendencia.
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